lunes, 25 de febrero de 2013

De aquí a Lima

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé... 


Los heraldos negros. César Vallejo.


Cuentan en Lima, que el poeta modernista José Santos Chocano, le pegó un tiro al mierdas de Edwin Elmore a las puertas del diario El Comercio por haberse metido con él...
Y así, en ese momento, me enamoré todavía más de esa ciudad.
Porque el turista tranquilo como yo, necesita bofetadas de realismo y sentirse, aunque sea por unos momentos, amenazado por la inseguridad y las malvadas intenciones que flotan en el ambiente legadas por esa revolución de sentimientos ya sean románticos o viscerales.

Como Chocano, yo, me habría quedado sin balas esperando a las puertas de algunos blogs, para pegarle cuatro tiros a más de algún hijo e hija de la grandísima puta.

Las 1001 caras de la ciudad de Lima han penetrado de manera involuntaria en mí. Y ni Machu Picchu y su fatal  necesidad de bautizar en el misticismo al asqueroso hombre blanco, pueden llegar a la suela del zapato a lo que te ofrece cualquier rincón de Lima, el Cusco o la desértica playa de Paracas. Y sí, lo confieso, sigo pensando en el Perú, en sus esquizofrénicos cambios de tiempo, la invasión chilena del país y la educación y falsa o verdadera humildad de sus gentes.
  
Y pongo de testigos a Flor y la alpaca Pablito, que me enamoraron en Cusco y descubrieron lo triste que era mi vida y el asco que me dan las suyas. No se confundan, no quiero parecer un turista occidental que se disfraza de "cholito" y reniega de la ducha mientras regatea dos soles por una pulsera que lleva cinco horas de trabajo... Pero lo que españoles y no, hacemos cuando vamos al Perú, es de risa y por ello, se ríen de nosotros y nos miran con una mezcolanza entre condescendencia y rubor.
También, y de pronto, los USA declararon país peligroso al Perú por "secuestrar" a tres turistas americanos en un pueblo del Valle Sagrado, según fuentes oficiales... Cuando lo oficial fue y lo cuento con conocimiento de causa, que tres subnormales de mierda fumaron unos porritos para contactar con la Pachamama y por cosas de la vida, fueron a contactar con su estupidez, profunda, y se empezaron a reír de las gentes locales y tocar el gorrito como el que luce mi queridísima Flor a señoras que venden choclo con queso y llamarlas feas...

Y así, en resumidas cuentas y con más corazón que cabeza, llegué a estas conclusiones mientras Don Santiago Bullard apuraba sus vasos de Pilsen en su adorado Piselli.
Conclusiones tan concentradas y fatídicas que hacen que termine este post dejando como estrellas de mi viaje a Flor y su alpaca Pablito, que resumen con sus gestos la maravilla del Perú.

Va por vosotros;